#VideoColumna: RECADITOS

Escrito por el 6 de noviembre de 2023

Por María de Bernal

Como si fueran palabras mágicas, decimos “mándame mensajito” cuando queremos hacer un acuerdo o una cita o hacer alguna aclaración.

Muy bien, excepto que rara vez lo hacemos y se quedó pendiente aquello. Bueno, a lo mejor no valía la pena.

Mejor no perder tiempo mandando mensajitos.

Alguien nos pone un meme simpático: “Si la vida no te sonríe, hazle cosquillas”. Muy bien, así haré si me dices cómo. Y te invito a hacerle cosquillas juntos. Nos vamos a divertir.

Hay quienes prefieren la seriedad y te mandan un retrato de Tomás de Aquino con un par de frases: “No oponerse al error es aprobarlo. No defender la verdad, es negarla” Muy buenas, por cierto. Habría que ponerlas en práctica. El problema es que, hoy por hoy, descubrir la verdad se hace un tanto difícil con tantas ideologías de moda.

Muchas personas pasan horas frente al celular en ires y venires de dichos, recados, mensajitos, frases brillantes, deseos de buenos días, y, eventualmente, algo que tenga que ver con sus vidas, sus anhelos, sus inquietudes y sinrazones, sus alegrías y dolores, sus éxitos y fallas, sus plenitudes y sinsabores.

Es decir, lo humano de cada quien, eso que hace falta compartir y suavizar para enriquecer otras vidas, casi siempre es silenciado.

La tecnología, siendo la herramienta maravillosa que es, ha ido invadiendo poco a poco el quehacer humano. Un ejemplo, bobo pero real, de esto que digo, es que ahora difícilmente recordamos el teléfono de alguien. ¿Para qué, si lo tengo en mis contactos? Y así, una función cerebral importantísima que es la memoria, acaba por ser relegada y con el tiempo empieza a empolvarse y empieza, también, la atrofia por desuso a una edad temprana.

Por otro lado, la tecnología no tiene sentimientos, las letras en la pantalla no nos dicen lo que está sintiendo quien nos escribe. Incluso hay quienes escriben textos contrarios a lo que están sintiendo en realidad, amparados por el incógnito que proporciona el uso del dispositivo.

Puede surgir así una cierta desconfianza o cierto recelo con respecto a la otra persona. También se da lo contrario: que quien recibe, crea que es verdad aquello, sin serlo. Es triste pero cierto.

Hay circunstancias en que el uso del celular resulta una verdadera bendición. Hay amigos o familias que no tienen otra manera de comunicarse por vivir en sitios alejadísimos del planeta. El recurso al celular es, entonces, el medio para seguirlos de cerca. Hay abuelos que pueden estar con los nietos “en vivo y a todo color” a muchos kilómetros de distancia y ver cómo van creciendo, cómo van cambiando, cómo se van sintiendo en sus propias vidas. Son las estupendas videollamadas que te permiten un acercamiento casi real con quienes amas. Las reuniones de negocios, las juntas escolares, los talleres y cursos a distancia, las consultas médicas y tantas cosas más que son posibles ahora en tiempo real, y viendo de cerca los rostros de quienes participan.

Sin embargo, creo fuertemente que, en la medida de lo posible, la presencia física, el abrazo apretado y sentido desde el corazón, no pueden ser esuplidos. Y también creo que nunca será igual un mensajito de whatsapp, por cálido y afectuoso que sea, que la llamada de viva voz, el diálogo, aunque sea a distancia, compartiendo emociones y experiencias, imaginando juntos lo vivido y creando una corriente de empatía con quien hablamos que acaba por traducirse en un cariño más hondo, más profundo.

Bendita tecnología, hay que usarla para bien. Y sacarle todo el provecho que se pueda, sí. Sin olvidarnos, claro está, de volver a lo humano.

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