Aconteceres: Para volver a lo humano

Escrito por el 11 de junio de 2024

Por María de Bernal

Desde que el mundo es mundo, la humanidad quiere progresar, no sé si consciente o inconscientemente, pero es innegable que, poco a poquito, se ha avanzado en conocimientos de todos los ámbitos de la vida. Desde las culturas más antiguas, los científicos se preocuparon por conocer el movimiento de los astros y de los planetas, por ejemplo, y su relación con el ciclo de las estaciones, los procesos agrícolas y ganaderos, el poder de las plantas sobre la salud humana, por ejemplo. Se adelantaba en conocimientos como la geometría y la aritmética, lo que redundaba en una ingeniería y una arquitectura más avanzadas. En una palabra, se progresaba, se mejoraba, se encontraban recursos para mejorar el nivel de vida de todos.

En otros terrenos, se ha avanzado también impresionantemente en el conocimiento del corazón humano, de esa psiquis propia de cada persona, de esas capacidades afectivas y cognitivas, al mismo tiempo que la cultura se va haciendo más vasta, los horizontes más amplios cada vez, las posibilidades inimaginables hace cien años hoy son cosa de todos los días.

Hablamos de grandes progresos indudablemente. Y aquí surge, sin poderlo evitar, una reflexión importante. Hago mío un párrafo de uno de mis autores favoritos que dice: “Pocas cosas hay más ambiguas en este mundo que el progreso. Es como una escopeta en la que el culatazo es tan fuerte como el disparo: la industrialización es un avance evidente, pero nos ha traído la destrucción de los bosques, la contaminación del aire y de los ríos, la puesta, incluso, en peligro de la capa de ozono que protege al planeta; del descubrimiento del automóvil nos dio mayor movilidad, pero hizo también imposible de vivir nuestras ciudades; la división del átomo consiguió avances espectaculares en la ciencia, pero nos trajo el riesgo atómico y nuclear y la televisión y demás tecnologías nos metieron el mundo en casa pero multiplicaron la intoxicación política de los ciudadanos e hicieron descender la costumbre de la lectura. Parece que todo paso adelante es ambivalente, ambiguo” y yo pregunto: ¿será esto verdadero progreso? Porque como él mismo dice más adelante:

“Deberíamos confesar sinceramente que el mundo siglo XXI no parece mucho más fraterno que el XII o el XVI porque no se puede asegurar que han descendido los niveles de egoísmo o que haya crecido la fraternidad. Los pobres siguen en su pobreza sin que la mayoría nos preocupemos y hoy sabemos muy bien cuántos son los millones que se mueren a diario de hambre”.

En fin, podemos decir que el progreso se ha desencadenado de una manera asombrosa en los últimos ciento y pico de años, sin duda. Pero el progreso humano, ¿se ha desencadenado con la misma fuerza? ¿Nos hemos empeñado en avanzar hacia mejores actitudes y sentimientos? ¿Ha mejorado el espíritu humano? ¿Somos mejores hoy que hace diez años, somos más felices? ¿Vivimos en una sociedad más fraterna, más justa?

Termino con una reflexión de Martin Luther King que debiéramos llevar clavada en lo más profundo del alma que dice que “la humanidad ha aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos”.


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